Llevo unos meses trabajando en este análisis y otros tantos posponiéndolo porque estoy seguro que ganaré poco y en cambio suscitaré toda clase de ataques, pero cuanto más analizaba la situación y más me documentaba, mayor sentía la necesidad de exponerlo, porque yo no soy un político… Soy un funcionario, con sueldo de funcionario y que vive con una funcionaria jubilada y a mí me falta poco para serlo, y por lo tanto me interesa el tema, pero me interesa la verdad del tema y no las elucubraciones de los políticos y de las ideologías de salón. Por eso he recurrido a lo que nunca me ha mentido… La Matemática.

El Tema del Sistema Público de Pensiones es complejo y no he sabido hacerlo más corto, pero creo que todo lo que he aportado es pertinente y siempre pueden suspender la lectura cuando quiera, pero creo que merece la pena acabarlo. Dicho lo cual, ahí les dejo la criatura

El Sistema Público de Pensiones en España no puede abordarse desde las ideologías. Las ideologías son cuerpos de pensamiento rígidos y supeditados a un fin, de manera que no se alcanzan por la fuerza de la razón, sino que es el ideario el que invalida a cuantas ideas se le oponen. ¡Pero es preciso razonar!

El primer sistema nacional de pensiones lo instauró Alemania durante la década de 1880, cuando la expectativa de vida era de 70 años, que fue la primera edad de jubilación establecida, tras una década de debates parlamentarios, informes técnicos y cálculos matemáticos que concluyeron que esa era la edad mínima que garantizaba la sostenibilidad financiera del sistema de pensiones. En 1898, Nueva Zelanda fue  la primera nación en fijar la edad de jubilación en 65 años, pero a cambio de imponer una larga lista de exclusiones de forma que la población de pensionistas no se elevase demasiado y pudiera mantenerse la estabilidad financiera del sistema. En ambos casos, una medida social fue sometida a fuertes restricciones racionales para garantizar que el sistema fuera financieramente viable

España se unió a ese tipo de sistema con la edad de jubilación a los 65 años en 1967, cuando la esperanza de vida de los españoles era de 68 años, con lo que los jubilados vivían una media de 3 años. Y luego, durante las décadas siguientes, el fenómeno del “Baby Boom” proporcionó a la sociedad española un crecimiento de la población que aumentaba la base de la pirámide laboral que hacía que dispusiéramos de 4 trabajadores para sostener a un solo pensionista durante 3 años, cuando los cuidados paliativos y la gerontología estaban subdesarrollados, los jubilados vivían muchos menos y con muchos menos costes médicos y sociales. Y en esa precariedad, el sistema mantenía a un jubilado el 4’4% de su vida

Hoy día, el sistema de pensiones, tal y como está concebido es a corto plazo inviable, no por el sistema en sí, sino por la dinámica social, laboral, demográfica e impositiva. En España, las pensiones son derechos que el trabajador adquiere a lo largo de su vida laboral pero que tienen que pagar otros trabajadores posteriores a él. Son derechos pagados con antelación y por lo tanto adquiridos y el Estado tiene la obligación de garantizar su disfrute, no reduciéndolos, sino asegurando unas dinámicas sociales, recaudatorias y administrativas adecuadas para que los que vienen detrás, puedan sostenerlo.

El Sistema tiene un “Debe” (Lo que ha de pagarse) y un “Haber”. Las pensiones (El “Debe”), han de ser  dignas y justas, y requieren de unos ingresos previos (el “Haber”), que recauden lo suficiente para cubrir el gasto. Ahora eso parece imposible, pero hasta la crisis de 2007 este sistema tenía superávit, ¡Luego es posible! Hoy no es el caso. La HUCHA de las pensiones se ha gastado y la cosa va a peor, pero Las ideologías se empeñan en interpretaciones según el rígido y obsceno ideario del partido de turno.

Mientras la ideología de derechas quiere reformarlo ajustando su coste a la recaudación y a la prolongación de la vida laboral hasta los 67 años (y más), como única forma de asegurar unas pensiones dignas y suficientes, la ideología de izquierdas presenta la edad de jubilación a los 65 años como un derecho adquirido al que no se debe renunciar y pretende una reforma que blinde las pensiones sin cambios en el esfuerzo de los trabajadores aunque se requiera la vía de los impuestos.

Claro que las ideologías no pretenden la mejor solución, sino aquella que se ajuste a su ideario, y mientras la Derecha obvia las altas tasas de paro, los mayores de 55 años desahuciados del empleo y los trabajos físicos improrrogables, la Izquierda se empeña en despreciar la impersonal crueldad de la matemática que nos dice que las ratios entre trabajadores y pensionistas han cambiado, y se niegan a racionalizar la relación entre ese “Debe” y “Haber”, cuyo equilibrio se está perdiendo. ¡Debemos volver a la racionalidad del sistema alemán de Alemania y Nueva Zelanda de finales del S. XIX.

Los factores a racionalizar son la Población Laboral, la Masa Salarial y la edad de jubilación, pero también otros como los cambios de sistemas de producción o las pensiones no contributivas. No es lo mismo la relación de cuatro trabajadores de sueldo alto sustentando a un pensionista durante 3 años que el que sean solo dos trabajadores con sueldo de subsistencia por cada jubilado durante 21 años. Todos esos factores son matemáticamente cuantificables y su relación matemática indiscutible y no podemos eludir esa interrelación despiadada y exacta de la matemática que la gobierna con la siguiente fórmula:

Los dividendos (Parte superior de la fracción) son el HABER y cualquier aumento de  cualquiera de ellos aumentará la bolsa de las pensiones. Muchos trabajadores, con salarios altos, durante más tiempo, suponen mucha mayor aportación a la hucha de las pensiones. Y existe un trasvase proporcional inverso entre Tiempo de cotización (Tc) y Tiempo de jubilación (Tj), pues  mientras trabajas no estás jubilado lo que significa que hay menos pensionistas y que estarán jubilados menos tiempo. (Aumenta el dividendo y reduce el divisor). Por eso durante la burbuja inmobiliaria de principios de siglo XXI, las pensiones no corrían peligro y la “Hucha” se llenó.

Con datos del Instituto Nacional de Estadística podemos poner el siguiente ejemplo: En enero de 2017 había unos 18.700.000 empleados en España y unos 8.600.000 pensionistas, pero en enero de 2018, unos 100.000 trabajadores cumplieron 65 años y se jubilaron, pasando a haber unos 8.700.000 jubilados, es decir, 100.000 personas dejaron de contribuir (Dejaron de estar entre los dividendos) y pasaron a cobrar pensiones (A estar entre los divisores). Aclaración: Los datos son correctos pero redondeados e incluyen los fallecimientos de jubilados, ya restados a las cifras aplicadas. Dicho esto,

En un solo año y por uno solo de los factores, la pérdida fue del 0’034. Además, ese factor se agrava por el otro dividendo “valor de los salarios” ya que esas pensiones son producto de altas aportaciones de trabajadores durante la época de bonanza económica, mientras que el sustento se lleva a cabo por trabajadores actuales con trabajos precarios y aportaciones insignificantes, por lo que la relación vuelve a cambiar a menos. Si perfeccionamos la ecuación introduciendo el factor salarial y revisamos una secuencia de tres períodos, veremos fácilmente la evolución de P(pensiones), no como cifras exactas, sino como una ratio que sería el cociente de la ecuación que para el caso, minimizando, sería Así:

Según el INE, en 1990 habían 20.000.000 de trabajadores con un salario medio de lo que ahora serían 800€ y que estarían sustentando a 5.000.000 de pensionistas con una vida media contrastada de 76’84 años, lo que supuso  11’84  años de jubilación (76’84 – 65); luego:

Los datos del HABER para 2018 serían 19.000.000 de cotizantes, con salarios medios de 1.800€, mientras que los del DEBE serían 9.500.000 de pensionistas con una vida media contrastada de 83’1 años, y un tiempo de jubilación de 18’1 años (83’1 – 65); quedando la ecuación así:

Para 2030, las proyecciones del INE son de que habrán 21.000.000 de trabajadores con un salario medio de 1.900 € y que tendrán que sustentar a 12.500.000 de pensionistas con una vida media estimada de 86’21 años. Ahora bien, es preciso contextualizar una parte sustancial de la ecuación. Entre 1990 y 2019 (Datos reales) se aprecia una gran subida de salario medio que no se repetirán en la siguiente proyección pues entre 1990 y 2018 España experimentó una gran expansión, tanto turística e inmobiliaria, mientras que en el siguiente período, la tendencia es a la precariedad laboral y a salarios de subsistencia, en una tendencia diametralmente opuesta a la del período anterior. Así que los datos y estimaciones del INE prevén que habrá un millón menos de empleados y tres millones más de parados, luego, el número de cotizantes sería de 21.000.000 con salarios de 1.900€, mientras que habrá 12.500.000 de pensionistas y un tiempo de jubilación de 21’21 años (86’21 – 65); quedando la ecuación así:

Ahora bien, si la jubilación fuera a los 67 años, como cada año se jubilan por edad unos 100.000 trabajadores, en esos dos años de retraso recuperaríamos  200.000 trabajadores que sumaríamos al dividendo que pasaría de 21.000.000 a 21.200.000 y los restaríamos  del divisor que pasaría de 12.500.000 a los 12.300.000. Pero, además, esos dos años más de actividad laboral habría que restarlos del período de jubilación que para aquel año pasaría de 21’21 a 19’21 y la ecuación se modificaría en los siguientes términos en los que para mejor visualización ponemos en azul o  rojo esos cambios respecto de la ecuación anterior:

Quedan aún tres factores a considerar; uno de los cuales, además estará condicionado por un fenómeno que conmocionará el mundo laboral a nivel mundial, que ya ha comenzado y que viene para quedarse y modificar el modelo laboral actual. Son la Pensiones No Contributivas, la Economía Sumergida y Los Salarios, y el fenómeno que afectará definitivamente a estos últimos se llama Revolución Industrial 4.0.

Las Pensiones no Contributivas, en muchos casos, van de la mano de la Economía Sumergida, porque además de aquellos casos que recogen a personas que por circunstancias personales o familiares se han dedicado a otros, o no han podido trabajar, también recogen a muchos trabajadores que han desarrollado actividades laborales no declaradas y que por lo tanto no han contribuido. Y enlazado con esta actividad, también toma relevancia el factor Masa Salarial, pues esta actividad no declarada se remunera con salarios muy por debajo de los declarados, lo que baja la capacidad de demanda de un país y por ende, la creación de empleos  y la revalorización de los salarios, afectando directamente a la calidad y cantidad de la Masa Salarial… ¡Al salario Medio!

Las cifras oficiales, en un cálculo interesado, rebajan la Economía Sumergida a 1.000.000 de empleos sin declarar, pero la Fundación de Estudios Financieros los eleva a 4.000.000, lo que nos permite una estimación media aceptable de unos 2.500.000 de puestos de trabajo a añadir a los dividendos.

Por otro lado, aproximadamente un 6% de las pensiones que se pagan actualmente son de las llamadas No Contributivas, cuya proyección del INE para 2030, son unas 750.000. Si consideramos esas pensiones como lo que realmente son, es decir, subsidios, lo lógico sería desvincularlas del Sistema de Pensiones y trasladar su subvención a los Presupuestos Generales, y trasladados estos dos nuevos datos a la ecuación de 2030, pasaríamos de 21.200.000 trabajadores a 23.700.000, y aun desestimando el previsible aumento del salario medio, que mantendremos en 1.900€, formularíamos:

Las dos medidas, (Extracción de las Pensiones No Contributivas y afloramiento de la Economía Sumergida), junto con la subida de la edad de jubilación a los 67 años, restablecen el cociente a unos valores superiores a los de 2018 (199’5 en 2030 por los 198 de 2018), y lo irónico es que estas medidas recogen propuestas que todos los partidos políticos llevan en sus programas, solo que unos llevan unas y otros las contrarias y ninguno acepta las de los demás porque sus intereses no son los intereses generales sino los de sus ideologías. ¡Lo malo es que solo vale “las unas con las otras, todas juntas”!

Hablemos ahora de la Revolución Industrial 4.0; una nueva revolución tecnológica en el trabajo que integrará los medios de producción con la tecnología informática y la robotización de macrofábricas,  que llevará a que millones de puestos de trabajo actuales desaparezcan como tales, pero que tendrán que ser sustituidos por nuevos trabajos que precisarán de cualificaciones muy especializadas y lo que es más significativo: ¡Estarán mucho mejor remunerados y serán más fáciles de prolongar en la vida laboral, ofreciendo al Sistema de Pensiones la posibilidad de atrasar la edad de jubilación y de aportar a la ecuación un salario medio superior.

Muchos países de Europa, sobre todo Alemania, ya están afrontando, adaptando la formación de sus trabajadores y los puestos de las empresas y fábricas y nos toca a nosotros no quedarnos atrás, porque es el futuro y la Selección Natural es implacable con los débiles y tullidos, sean éstos animales de la sabana o empresas no competitivas.

Pongamos un ejemplo: Si sustituimos un trabajo de mozo de almacén por un sistema automatizado de almacenamiento, perdemos un puesto de trabajo, pero si ese sistema automático  lo diseñamos en España, o formamos personal capacitado para su mantenimiento,, o sustituimos al mozo por el personal que desde una mesa de ordenador dirige el almacén, estamos cambiando un puesto de trabajo remunerado con 900 € y que a los 65 años ya no soporta físicamente, por otro puesto de trabajo remunerado con 2.000 € y soportable físicamente hasta los 67, 68 o incluso los 70 años; sin que ello quiera decir que dicho trabajador forzosamente tenga que jubilarse a esa edad, pero tal vez sea el propio trabajador quien pida seguir, con lo que sería un trabajador más en la parte superior de la división, con un salario superior, y un pensionista menos en la parte de abajo.

Una vez aclarada la idea que subyace en este planteamiento muy simplificado, volvamos de nuevo a la ecuación inicial: la relación Vida Laboral / Jubilación, que para 1967 era:

Recordemos lo que significan estas cifras: En 1967, un trabajador era pensionista el 4’4 % de su vida y apenas si recibía  una fracción de los cuidados medios, paliativos o sociales que recibe hoy día; mientras que a este ritmo, en 2030, una persona (y fíjese que no he dicho trabajador, porque en 1967 no habían pensiones no contributivas), una persona, digo, será pensionista el 24’6 % de su vida.

Y si trasladamos estos supuestos sin aplicar las medidas propuestas a la fórmula general y comparamos 1990 con 2030, las fórmulas serían las siguientes:

Esta relación porcentual de 270 a 150 supone una pérdida del 45.5% del poder adquisitivo de las pensiones que se podrían garantizar, lo que para una pensión media actual de 930 euros, supone que para 2030 habrá perdido el 44.5%, lo que se traduce que esos 930€ se quedarán en… ¡597€…!

La fría lógica de las matemáticas, deshumaniza todo el problema e instaura hacia este planteamiento un rechazo instintivo, pero  las matemáticas eran imprescindibles para fundamentarlo, porque son incontestables. Toca ahora acudir a otros matices, a otros caminos; toca dulcificar, humanizar y matizar, pero una vez rotos los argumentos ideológicos, falsos y demagógicos con que día a día nos bombardean unos y otros, si ésta es la realidad, veamos ahora cómo suavizarla, pero teniendo presente que las matemáticas y la biología imponen un límite lógico y como en Alemania y Nueva Zelanda en 1880, requiere, sobre todo, RAZIONALIDAD.

Comentarios recientes

30.10 | 09:14

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