Sobre el Federalismo

El FEDERALISMO está de moda; sobrevuela el país como la inevitabilidad de la muerte. Quien no crea que el Federalismo sea la solución, es un retrógrado.

Como casi siempre suelo ir a contracorriente y a mí no acababa de convencerme, antes de pronunciarme he decidido reflexionar sobre el tema y curiosamente, esta reflexión me ha llevado a pensar en cocineros. ¡Acabo de darme cuenta que el Federalismo tiene mucho que ver con la cocina de vanguardia; es algo así como una «deconstrucción de la tortilla de patata»!

Creo sinceramente que se habla mucho por la moda. Alguien se ilumina de repente, o tiene interés en esa fórmula y como la solución rompe con un actual statu, crea la ilusión de que es un avance, pero en el fondo, la mayoría de los que se apuntan a esa moda, lo hacen sin la profundidad de un análisis serio y con criterio propio.

Yo puedo ser tan demócrata, vanguardista y político como cualquiera sin tener que cambiar por ello lo que pienso de este tema y prefiero meditarlo antes que defender incongruencias, a fin de no estar callado o quedar fuera de la moda.

La mayoría de fuerzas políticas que actualmente insisten en llamarse progresistas (sobre todo, la izquierda española), tienen una especie de fijación en por recuperar un statu quo similar al de la República, antes de la Guerra Civil; es decir, como el Franquismo y la Dictadura fueron malísimos, lo que hubo antes era mejor y hay que recuperarlo. Que la Transición perpetuó el Franquismo y que nunca se acabó de transitar hacia una verdadera democracia; que la Monarquía no es válida en una  democracia y que el Estado de las Autonomías no satisface el verdadero espíritu democrático que encarna el federalismo.

Esa idea se ve reforzada al esgrimirla como palanca de freno al soberanismo independentista de catalanistas y abertzales, en la línea de que con un Estado Federal, se les quita de las manos su arma favorita de la queja perpetua de falta de autogobierno y de restrictiva dependencia del Gobierno Central. Es decir; constituida España en Estado Federal, Cataluña y País Vasco, pasan a ser “Estados”; federados, pero Estados. Y lo que es peor: ¡Café para todos! Aquello de que como Cataluña o País Vasco tienen aquello y aquello otro, las demás comunidades autónomas, también lo quieren.

Y en toda esta matraca insustancial, viciada y de ignorancia supina de unos e hipocresía crapulosa de otros, nos olvidamos del hecho real de que no existen razones objetivas reales que obliguen a nadie a conceder a catalanistas y abertzales unos supuestos derechos que ni han tenido, ni merecen; y que serían injustos con el resto de españoles.

Y en esta tesitura es donde yo comienzo a hacer unas sencillas reflexiones sobre el tema del Federalismo en España y que me gustaría que los demás defensores de esta moda, sobre todo los de mi propio Partido, hicieran conmigo, antes de apuntarse al «puenting»:

UNO: Para constituir una Federación, primero deben existir estados independientes que decidan federarse.

DOS: Habitualmente, los estados, antes de federarse, suelen unirse por medio de tratados menos restrictivos, como son las confederaciones. Es el caso de la Unión Europea, en la que los Estados Miembro conservan un alto grado de soberanía nacional y limitan su unión a determinados acuerdos comunes que progresivamente van ampliándose hasta que las circunstancias permiten la federación.

Y TRES: En España nunca han preexistido esos Estados Independientes, como insisten en defender los nacionalistas catalanes y vascos… ¡Jamás! Digan lo que digan; lo cual suelen hacer con ridículas mitologías de opereta y carcajada que despiertan vergüenza ajena, apoyadas en dos sucesos aparentemente anodinos

Primer suceso: Hasta época muy reciente, (1883. Hace solo unos 180 años), las Regiones no existían. Tras la muerte de Fernando VII, Francisco Cea Bermúdez trató de llegar a un acuerdo con los “carlistas” sin perder el apoyo de los liberales; misión imposible que dio al traste con su gobierno en apenas tres meses.

En esos tres meses, un fugaz y anodino Secretario de Estado de Fomento, Javier de Burgos, por su cuenta y riesgo, sin contar con nadie y sin la oposición de un gobierno que se desintegraba, tuvo la ocurrencia, porque le pareció simplemente una organización elegante, agrupar las provincias en Entes mayores a los que llamó “regiones”; instituyéndose de forma tan arbitraria, personal, innecesaria y carente de cualquier respaldo político, democrático o tan si quiera institucional, un nuevo nivel territorial, si bien en ese momento, la Región carecía de atribuciones administrativas.

Segundo suceso: En 1911, el entonces Presidente de la Diputación de Barcelona, Enric Prat de la Riva y Françes Cambó, máximos dirigentes de la Lliga Regionalista, decidieron impulsar una vieja reivindicación catalana encabezaron un movimiento que llevó a las cuatro Diputaciones catalanas a aprobar unas bases para formar una única diputación catalana mancomunada, integrada por todos los diputados provinciales y que asumiría la administración de las cuatro provincias con atribuciones y fines puramente supletorios de las funciones de una Diputación Provincial monda y lironda..

Si bien las diputaciones catalanas cedieron a la Mancomunidad todas sus competencias, el Estado no cedió ninguna otra prerrogativa que no estuviera contenida ya en una Diputación Provincial. Y, sin embargo, de ese simple retorcimiento de una Administración del Estado Español, como era la Diputación Provincial, sin ninguna potestad legislativa, ha surgido la supuesta necesidad de los legisladores, primero de la II República y luego de los Padres de la actual Constitución de creerse en la obligación de legitimar lo ilegitimable, sin ningún hecho histórico que refrende semejante necesidad, pues nunc a ha existido un Estado Nación Catalán, diferente al Estado Nación España, que pueda pretender federarse en régimen de igualdad.

Y con esos mimbres, hoy, los ignorantes de la historia y los profesionales de la política, cuyo medio de vida se encuentra en polemizar, filosofar, discutir y no resolver nada, se dejan llevar por la moda del cambiar por cambiar, porque mientras proponen cambios, no tienen que demostrar que saben gestionar la Cosa Pública y si todo va mal es solo porque no se hacen los cambios que ellos proponen.

Y mientras, nadie cae en la cuenta de que para unir estados federales, primero hay que destruir el Estado-Nación España y dividirlo en esos Estados prefabricados y esperar luego que quieran confederarse y después federarse.

Y mientras, los ciudadanos de a pie, venga a pagar políticos, fronteras, leyes desiguales, disputas impositivas… ¡Y todo para mantener «stablishment» que ni conoce la historia y el significado de lo que propone! España tiene 37’5 millones de habitantes. Alemania 80 y EE UU unos 280, y sin embargo, España decuplica el número de cargos públicos de Alemania y duplica ¡Pásmese! El de EE UU.

Yo, por mi parte, tras este análisis, prefiero recordar a Aristóteles y hacerle caso: “No hace falta un gobierno perfecto; sólo se necesita uno que sea práctico”.

Amo a mi Partido y respeto mucho a sus afiliados, sus simpatizantes y sus votantes, pero precisamente por ello, cuando creo que se equivoca me siento en la obligación de intentar hacérselo notar. ¡POR FAVOR, DEJEMOS LA COCINA DE DECONSTRUCCIÓN A FERRÁN ADRIA!

Rubén Martínez (Afiliado de UPYD)

Comentarios recientes

30.10 | 09:14

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