Un Rincón para pensar
La Psicología Social estudia los comportamientos de las personas y cómo somos influidos por otros. Qué leyes rigen la convivencia, así como los roles que desempeñamos los individuos dentro de los grupos y las situaciones que influyen en nuestra conducta, y afirma que nuestras reacciones, sentimientos y decisiones, están condicionados por los demás, por nuestra continua interacción y por la incapacidad de procesar tanta información, lo que fuerza a nuestro cerebro a filtrarla de forma selectiva y subjetiva a través de lo que se conoce como "sesgos atribucionales" o “prejuicios cognitivos”, una distorsión psicológica de lo que percibimos, emitiendo juicios inexactos e interpretando nuestras percepciones de forma irracional… ¡Son atajos de nuestro cerebro para predecir acontecimientos y tomar decisiones cuando no hay mucha información; independientemente de la inteligencia del individuo, su nivel cultural o su capacidad de razonar! No es un método exacto, sino práctico, de emisión de juicios ante problemas complejos.
Son parte del proceso evolutivo que nos ha hecho triunfar como Especie, y no son necesariamente errores, pero las falacias resultantes pueden ser desastrosas pues asumidas por las masas se convierten en una comunión dominante e irracional, y hay identificados literalmente cientos de estos sesgos que a su vez, han dado lugar a decenas de lo que se conoce como "falacias cognitivas". En Lógica, falacia. (En latín, engaño), es un argumento que parece válido pero que casi siempre conduce a una conclusión incorrecta.
Uno de estos sesgos cognitivos, conocido como « Prejuicio de Socio», suele dar lugar a la llamada «Falacia de Grupo», que es la tendencia a tratar de forma preferente a quienes percibimos como “uno de los nuestros”; un prejuicio evolutivo de cuando vivíamos en tribus o clanes y la supervivencia dependía del apoyo mutuo de sus miembros frente a los de fuera.
Luego está el «Sesgo de Confirmación»; por el que aceptamos más fácilmente la información que confirma nuestras hipótesis sin analizarla con un escrutinio objetivo. (El contrario es el «Sesgo de Disconformidad» por el que escrutamos críticamente la información que contradice nuestras creencias).
El «Sesgo de Confirmación», da lugar a la «Falacia de Confirmación», o «Disonancia Cognitiva». A la mayoría de nosotros nos gusta discutir, pero preferimos hacerlo con aquellos que están más de acuerdo con nosotros. Buscamos a nuestros iguales, tanto en capacidad intelectual como en acervo cultural o en posiciones políticas, y pocas veces nos mostramos dispuestos a abandonar esa proximidad ideológica tan cómoda. La consecuencia más habitual es que nuestra visión del mundo suele salir reforzada, a la par que pocas veces resulta cuestionada.
La conclusión es que discutir con nuestros iguales, las ideas que ya tenemos, se refuerzan constantemente, mientras que resulta poco habitual que nos impregnemos de ideas nuevas.
Es por eso que las redes sociales, como medios de discusión o de difusión no son, ni mucho menos, tan eficaces como todos queremos creer, pues al relacionarnos en ellas, principalmente con quienes piensan parecido a nosotros, mientras los demás acuden a sus propias redes, se da la paradoja de que en un mundo de comunicación, estamos compartimentados e incomunicados, condenados a reafirmarnos en nuestras propias ideas, que difícilmente llegan a otros, interesados en sus propios foros y que por el Sesgo de Disconformidad, o nos ignoran, o desprecian nuestros puntos de vista porque no somos de su grupo.
Así que, con toda la prudencia del mundo, me pregunto: ¿De verdad encontraremos la solución a nuestra crisis a través de las Redes Sociales? Yo no tengo la respuesta, pero sinceramente creo que la solución no es esa. Puede que las redes nos ayuden a comunicarnos entre nosotros, pero dudo que sean la mejor opción para llegar a otros, que es uno de los objetivos más perentorios que en estos momentos nos debemos marcar.
Comentarios recientes
30.10 | 09:14
Magnífico relato.
05.10 | 04:27
Buenas tardes, encantado de saludarte. Soy Jose
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18.07 | 12:59
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Hace mucho tiempo que dejé de ser demócrata ¡Nadie hoy día tiene ni puñetera idea de lo que es la democracia, en qué se fundamenta y cuáles deberían ser las reglas para que la democracia fuera aceptable!
En la democracia helena las reglas no eran las de ahora y extrapolarlas nos lleva a un “totum revolutum” disparatado y a unos sistemas que llamamos democráticos pero que nada tienen que ver con la idea original.
La justificación filosófica de la Democracia nos la daba Sócrates, quien sostenía que BIEN es igual a VERDAD, mientras que MAL es igual a IGNORANCIA. Que buscamos la felicidad con la esperanza de llenar un vacío que no comprendemos y que el ignorante intenta llenarlo con satisfacciones efímeras y pasionales que sólo se consiguen en lucha contra otros, lo que acaba propiciando que surja el MAL...(¡No existe satisfacción más pasional que la sensación de ostentar el poder del sillón…!)
Sin embargo, la VERDAD es única y la misma para todos, sólo alcanzable con el razonamiento lógico y la comprensión de lo que nos rodea, y quienes logran alcanzarla son igualesentre sí”; de donde deducía que "sólo somos libres entre IGUALES" y concluía que no podía haber una clase gobernante, pues deberían gobernar todos los iguales por igual.
Esos"iguales", sin embargo, no son todos los ciudadanos, porque la igualdad a la que se refería Sócrates no es la igualdad para elegir o ser elegidos, sino a la igualdad en la sabiduría, por lo que solamente aquellos capaces de comprender con lógica aquello que nos rodea tendrían legitimidad para votar.
En la Democracia Griega, no votaban todos los ciudadanos, sino solamente aquellos que se ganaban ese derecho con sus intervenciones en el ágora y aun así Platón advertía que solamente se alcanzaría un gobierno justo cuando el gobernante fuese filósofo, es decir, alguien por encima de la media que votaba en el ágora. ¡Es la utopía de las sociedades justas, gobernadas por reyes filósofos, (O cuando los filósofos fueran elegidos reyes)!
Esa forma de gobierno se llama “Politeia” y tanto Sócrates, como luego Platón, Aristóteles y más tarde Polibio, denominaban la Democracia como “Oclocracia”, que literalmente significa Gobierno de la Muchedumbre Inculta. ¡Mientras la politeia se basaba en el gobierno de los más sabios, la democracia era el gobierno mediante decisiones de una turba ignorante!
Platón describió la Politeia en una obra que desgranaba esa idea de gobierno de filósofos y cuando los romanos la tradujeron al latín, como quiera que trataba de una forma de gobernar…, de gestionar lo público, tradujeron el título como “Res Pública” (La cosa pública); siendo ahí donde nació el nombre de su famosa obra “La República”, en la que aparecen el famoso “Mito de la caverna” o el “Mito del Superhombre” (mucho antes del superhombre de Nietzsche).
Los griegos, como buenos matemáticos, herederos de los sumerios, sabían que todo cuanto se decide por mayoría se rige por las leyes de la media aritmética. Las mayorías no eligen lo mejor, sino lo que la media cree que es mejor y la media, por propia definición, es “mediocre”. Luego, elegirán matemáticamente una solución mediocre; nunca la mejor solución, cuyo vislumbramiento solamente alcanzarán los sabios. (Sabio = BIEN, mientras Mediocridad = MAL).
El Pueblo suele ser una muchedumbre formada por individuos que, aisladamente, pueden ser listos o torpes, tontos de remate, medio listos o listos del todo, pero que en masa no son más que una multitud reaccionaria y falta de preparación, cuyas emociones siempre predominarán sobre la razón. Y bajo el principio de que la mayoría es mediocre, mientras que una persona, individualmente puede ser inteligente, a un individuo inteligente y demagogo le basta con seducir a la masa electoral mediocre con promesas incumplibles y argumentos faltos de toda lógica, apelando a los prejuicios y las pasiones, hasta conseguir formar una mayoría electoral injusta e irracional que entrega su voto a políticos indecentes y sin escrúpulos que parasitan la sociedad.
Johann Christoph Friedrich Schiller decía que los votos no deberían contarse, sino que deberían pesarse en función de la formación e inteligencia de los que votaban y que era sabido que la inteligencia siempre había sido cosa de pocos. En España es aún peor pues, como decía MACHADO, de cada diez cabezas, una piensa y nueve envisten. Así que me niego a ser muchedumbre inculta. Me niego a conformarme y ser cómplice de una estafa tan descomunal. Me niego a ser Rebaño.
¡Ah, y otra cosa antigua...de Sócrates...! "Justicia es dar a cada uno lo suyo". ¡Dar a todos lo mismo no sólo No es Justicia, sino que, además, tampoco es justo! ¿Se imaginan que en un instituto dieran a todos los alumnos la misma nota, independientemente del esfuerzo que realizaran para aprender...? ¿Que la nota media de la clase fuera de 6 y le pusieran esa nota a los que suspendan con un 2 y a los que aprobaron con un 9? Entonces..., ¿Por qué están convencidos de que en nuestra sociedad, lo justo es que quien no se esfuerza se aproveche de quien sí lo hace?
Por supuesto que respeto las leyes de la sociedad en la que vivo, pero no me pidan que haga míos sus dogmas, porque están basados en mentiras, errores y analfabetismo político y sociológico, en el desconocimiento de la Historia y de lo que significa la VERDAD y su importancia en el factor IGUALDAD, Igualdad para elegir e igualdad para ser elegido; para ser iguales ante la Ley, pero, sobre todo, la incapacidad de la mayoría para distinguir entre "Iguales" e "Igualdad ante la Ley".
En definitiva, son muchas las razones para decir que...¡HACE MUCHO QUE DEJÉ DE SER DEMÓCRATA!